Seguimos en casa (en Lanzarote), pero eso no quiere decir que no queramos seguir visitando nuevos lugares. Eso sí, este año tocará visitar sitios más cercanos a nuestra estación base.
Nuestra primera escapada fue al norte de España, Cantabria, Asturias y Galicia. Solo una semanita, pero muchos sitios interesantes y algunos kilos de más.
En esta ocasión, nos acompañaron mis padres y creo que les despertamos el gusanillo de viajar, porque ya están pensando en otro viaje 😉
Como siempre buscamos durante varios días para encontrar los billetes de avión con el mejor precio (alrededor de 70 € por persona, ida y vuelta con Ryanair). Y alquilamos un coche para poder movernos libremente (138 € Hertz).
Volamos de Lanzarote a Santander y comenzamos nuestra ruta por Cantabria. La primera noche la pasamos cerca del aeropuerto en el Hotel Villa María (35 € la habitación), ya que llegamos tarde y nuestra idea era salir pronto por la mañana hacia Santillana del Mar.
Santillana del Mar es un pueblo pequeño conocido como el de las tres mentiras, porque ni es santa, ni es llana, ni tiene mar. Cerca de este pueblo se encuentran las conocidas cuevas de Altamira, que por lo que tengo entendido el número de visitas es limitado y no es fácil ser el afortunado/a.
Nuestro siguiente destino era Potes, donde queríamos comer algo y visitar un poco el pueblo. Pero antes hicimos una parada técnica (cerveza y baño) en un pueblito llamado Carmona, en el que apenas habían habitantes y parecía que su actividad principal era la artesanía, como los utensilios de cocina de madera, y la ganadería.
Cuando llegamos a Potes habían fiestas y los restaurantes estaban a tope. Comimos en un restaurante al borde del río, a buen precio y cantidades del norte.
Después de la comida, paseamos un poco por el pueblo y volvimos a ponernos en ruta hacia Posada de Valdeón.
Después de muchas curvas y un poco de lluvia, llegamos al destino. Un pueblo rodeado de los picos Europa y con nadie en la calle. Había dos bares/restaurantes, en uno de ellos se reunían los mayores del pueblo y el otro era una pensión, que además de alojamiento tenía unos super menús a 11 €. Se llama Pensión Begoña y lo lleva una familia en la que la madre cocina y el hijo atiende las mesas. Fue una de las personas más amables y simpáticas que nos encontramos en todo el viaje.
Pasamos la noche en Posada de Valdeón, en la casa rural Llambrión. El precio es de 18 € por persona, con desayuno incluido. Las habitaciones están geniales, pero hay que compartir baño. Nosotros tuvimos suerte y teníamos la casa para nosotros solos. El desayuno contundente y muy rico, pan de la zona, café, cola cao, té y una especie de torrija que se comía con miel.
A la mañana siguiente fuimos a Caín, que estaba a pocos kilómetros para hacer un poco de la ruta del Cares.
Esta ruta tiene 22 km ida y vuelta, pero nos habían comentado que la parte de Caín era la más bonita e hicimos unos 2,5 km, 5 km ida y vuelta.
El pueblo de Caín no tiene salida y nos encantó, hay varios hostales y restaurantes, ya que muchos se alojan ahí para hacer la ruta del Cares.
Nuestra siguiente parada fue en Cangas de Onís, aquí pasaríamos dos noches, ya que queríamos hacer un poco de barranquismo.
Nos alojamos en un pueblo a 10 minutos del centro de Cangas de Onís, llamado Llenín, en los apartamentos Piedrafita. Muy recomendable, por la situación, la atención y la casa en sí.
Desde aquí visitamos el Santuario y los lagos de Covadonga. El camino hasta llegar a los lagos se pone interesante, son carreteras estrechas y hay bastante tráfico, pero el paisaje vale la pena.
Rayco y yo habíamos contratado con la agencia los Cauces barranquismo por la zona. Nivel avanzado, cagadita iba yo. Pero al final, no fue tan complicado y salí entera, aunque con algunos moretones en las piernas.
Algunos sitios para comer en Cangas de Onís:
- Restaurante la Cabaña. Es un poco caro, pero muy bueno si quieres comer carne de cordero al horno de leña (alrededor de 70€ cuatro personas, pero dos entrantes y dos platos).
- La sidrería Polesu. El sitio es muy auténtico, con un lagar dentro del restaurante y la comida es buena y barata. Aquí probamos el queso típico de la zona elaborado con leche de cabra, oveja y vaca, se llama Gamonéu.
Después de Cangas de Onís, nos esperaba la jornada más larga de coche, hasta llegar a Taramundi, donde pasaríamos la siguiente noche.
Por el camino, cerca de Cangas de Onís, hay un pueblo llamado Cuevas del Agua al que hay que entrar por una cueva natural, conocida como la Cuevona. El pueblo en sí, no tiene nada, pero la cueva es espectacular. Puedes entrar con el coche y es bastante grande.
También pasamos por el Mirador del Fitu. Hay una vista de 360º de la zona y a pesar, de que la vista es bonita, no creemos que sea un visita indispensable.
Ese día almorzamos en el centro de Oviedo, el restaurante la Paloma. Y aunque comimos bien, el trato no fue nada bueno y nos cobraron raciones enteras cuando habíamos pedidos tapas.
En las afueras de Oviedo, visitamos dos iglesias prerrománicas del siglo IX, San Miguel de Lillo y Santa María del Naranco. Si estas por la zona, vale la pena visitarlas, además hay buenas vistas de toda la ciudad.
De Oviedo fuimos a Cudillero, un pueblo en la costa bastante pintoresco. Pensábamos pasar la noche en este pueblo, pero no nos pareció fácil aparcar, ni buscar alojamiento. Por eso, decidimos seguir hasta Taramundi y pasar la noche allí.
De camino a Taramundi reservamos una noche en el Hostal Casa Paulino. No hay mucho alojamiento por la zona, pero este nos gustó mucho y tenía el restaurante con más ambiente del pueblo.
Nos quedamos aquí para el día siguiente visitar el Conjunto etnográfico Teixois, declarado bien de interés cultural. Está a 4 km de Taramundi y es una pequeña aldea que además de sus casas, tiene un conjunto de ingenios hidráulicos como el molino o rueda de afilar.
Hasta aquí nuestra visita por Cantabria y Asturias, en el siguiente post te contamos lo que vimos en Galicia.
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