Koh Lanta – Una isla con ambiente chill out

El tren resultó ser bastante cómodo. Tras la horita de retraso reglamentaria (parece que los tailandeses han importado algo de la cultura latina) me puse en marcha. En el tren conocí a Leo y a Eddy, un chileno y un belga que se dedican a hacer tatuajes.

El belga es también instructor de buceo y me recomendó una escuela en Koh Samui. Si voy de su parte igual me hacen un descuentito… [nota posterior: al final el curso de buceo lo hice en Koh Tao, otra isla del Golfo cerca de Koh Samui]. Por ahí pasaré dentro de un mes y medio. El chileno vive en las Malvinas y me contó acerca de lo cara que está la vida por allá debido al bloqueo de Argentina. Yo esa noche no pegué ojo porque pensaba que el tren iba a descarrilar. ¡Cómo se movía aquello! Cuando empezó a amanecer me di cuenta de que estábamos viajando por el medio de la selva. ¡Muy bonito!

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Amanece en el tren al sur

Tras 13 horitas de tren (desde Bangkok), 3 de bus y 2 de furgoneta llegué a Koh Lanta. ¡Yo no sabía que iba a estar tan lejos! ¡Pero valió la pena!

El conductor de la furgoneta empezó a repartirnos (a los turistas) en los distintos resorts de la isla. Paréntesis para mencionar que ¡vaya con la carretera (en singular) de la isla! Es de doble sentido y los tailandeses la han convertido directamente en una autopista. Los coches lentos se echan un poco hacia al arcén y los rápidos adelantan habiendo a veces hasta 4 coches en paralelo. Y para hacerlo más interesante todavía, ¡hay veces que hay coches aparcados en el arcén!

Bueno, yo había reservado el día anterior en el Lanta Riviera Resort porque leí en un comentario en Internet que estaba bien, pero cuando llegué al bungalow no me hizo mucha gracia que ni hubiera mosquitera en las ventanas, ni la puerta fuera hermética, ni hubiera ganchos para colgar la mosquitera sobre la cama. Lo que significa que el bungalow era un coladero de mosquitos, arañas y demás visitantes nocturnos. Pero bueno, el sitio estaba al lado de la playa y por lo menos solucioné el problema de los mosquitos pegando con esparadrapo mi mosquitera de cama alrededor de la ventana. ¡Instinto de supervivencia!

Después de 2 días aquí aún no me ha visitado nada por la noche, sólo un perenquén, que es amigo mío porque se come a los demás bichos raros. Aquí decir que los perenquenes en Tailandia hacen a veces un ruido muy fuerte parecido al de un pájaro. Lo digo por si alguien se mosquea como me mosqueé yo hasta que me di cuenta que el ruido venía del pequeño perenquén.

Koh Lanta es una isla que se asemeja al paraíso pero que en mi opinión le falta un toquecito para llegar a serlo. Lo que se encuentra en esta isla es tranquilidad. El ambiente es más bien chill out y no está tan masificada como otros sitios como Pukhet, o Krabi, pero tampoco hay playas tan paradisíacas. Además, con marea baja hay piedras y no se puede nadar bien en casi ninguna de sus playas. De todas formas es lo que estaba buscando: un ambiente relajado en un sitio bonito. Y dentro de 3 días partiré a algunas zonas de Krabi donde sí que hay playas paradisíacas, aunque haya que compartirlas con 500 turistas más.

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Koh Lanta

La primera noche estaba algo tensos por el tema de los mosquitos, pero luego me dijeron que en la isla no son peligrosos y que las arañas tampoco, así que sin dejar de ponerme repelente me tranquilicé un poco. Estuve en una fiesta de la luna nueva y degusté una cena típica tailandesa con sopa de fideos y arroz con curry de pollo. Y de postre plátanos rebozados mojados en miel (se está convirtiendo en mi postre favorito). ¡Ah! Y para que no se me atraviese el arroz, un par de cervezas Chang, que está muy buena y además es la más barata en Tailandia.

Al día siguiente me atreví a alquilar una moto. Y como con cambios costaba 250 baht (5 euros) y automática 350, adivina cuál pillé 🙂 Hay que decir que los precios son aquí un poco raros. Una moto te vale 250 baht 24 horas y llevarte en tuk tuk al pueblo (7 km) te vale lo mismo. No entiendo como se ganan el pan los conductores de tuk tuk

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El halcón callejero

La vuelta en moto por la isla fue espectacular. Hice paradas en casi todas las playas para ver cuál era mejor, pero todas eran parecidas. Llegué hasta el centro de la isla, donde hay un mirador que tiene una vista increíble.

Por la noche volví al sitio donde había cenado la noche anterior y esta vez me estiré algo más y pedí pescado a la barbacoa (4 euros). Venía con una salsa verde que no sé de qué era pero que ¡estaba increíble! ¡Uf! ¡Se me hace la boca agua sólo de recordarlo! Luego uno de los camareros que ya es medio colega mío se sentó a charlar un rato conmigo y me dijo que todo eso lo había pescado él mismo 3 horas antes. Me contó que no era de la isla, sino de 200 km al norte y que trabajaba ahí sólo por 6 meses, que mucha gente hacía eso. Me cogió tanta confianza que hasta me ofreció marihuana para comprar. Eso en Tailandia debe de ser bastante arriesgado (vender). Para los curiosos: no la compré. Para rematar la faena el colega se marcó un baile con una vara y una antorcha a cada lado. Que pena que esa noche no tuviera la cámara encima.

Hoy ha sido un día de playa total. Aparte del viaje al pueblo en moto no ha habido nada especial. Así que nada que contar. ¡Hasta la próxima!

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