Mi último día en Bangkok lo dediqué a la visita estrella: el Gran Palacio.
Aunque impresionante, poco que decir de esta visita. Los precios son occidentales en todo el recinto (tickets, bebidas, souvenirs…). Lo más destacado aparte de la impresionante arquitectura y los detalles en los edificios (nácar, baño de oro…) es el Buda Esmeralda, que es el más venerado por los tailandeses y motivo de peregrinación. También hay una maqueta del Angkor Wat (el templo más visitado de Camboya).
Para ir al Gran Palacio probé otra nueva forma de transporte: el bus. El trayecto, de unos 4 km, me vino a costar el equivalente a ¡4 céntimos de euro! Además dejas por un rato de sentirte tan guiri y te integras con el pueblo. Un tailandés me indicó dónde bajarme y cómo llegar hasta el palacio. ¡Tan enrollados como siempre!
Y luego ya me tocó sufrir un poco. Volver al hostal a recoger la mochila (¡que cada vez pesa más!), ir a recoger el ticket para bajar al sur y luego a la estación de trenes Hua Lamphong. Todo ello bajo el módico fresquito de 40 grados con una humedad que hasta podías beber aire.