Hay sitios en el mundo donde la naturaleza se comporta de manera inusual. Evidentemente, cuando uno se encuentra con uno de esos sitios se muestra sorprendido ante la extrañeza de esos fenómenos inusuales.
Pero lo que verdaderamente resulta curioso es la manera en la que la gente local asume esos fenómenos como si fueran algo absolutamente obvio y los explica basándose en la experiencia. Esta explicación no siempre se corresponde al 100% con lo que uno aprendió en la escuela en la clase de Ciencias Naturales.
Uno de esos sitios en el mundo es el Lago Atitlán y nuestro amigo Santiago nos mandó una anécdota que ejemplifica muy bien lo que acabo de decir:
Estaba nadando por el lago y me golpeo con un objeto flotante, cuando lo miro era una roca, si, una roca que flotaba, voy a la orilla y veo una enormidad de rocas, las tiro al agua y ¡todas flotaban!
Unos pescadores que estaban cerca me miraban extrañados y yo les dije: las piedras flotan! Y ellos riéndose por mi expresión (seguramente) responden: y sí, son piedras pequeñas, flotan.
Imaginen que luego de tanto ver que las piedras se sumergen no fue muy fácil asimilar que hay lugares donde muchas piedras flotan.
Por cierto, precisamente me llevé de recuerdo una de esas piedras que por ser pequeñas flotan. Probablemente a partir de ahora siempre que la mire me acordaré del amigo Santiago y de los pescadores del Lago Atitlán.