Puyo – La puerta a la Amazonia

El 2011 hice un viaje con los amigos a Ecuador. En nuestra parada en Baños contratamos un tour de 2 días 1 noche a Puyo, pueblo que hace de frontera entre la Sierra ecuatoriana y la selva amazónica.

Muy recomendado hacer el tour. Aunque no sea selva primaria, yo personalmente quedé más que satisfecho. Meterse en la selva primaria ya es sufrir demasiado para mi gusto.

Antes de llegar a Puyo visitamos un centro de recuperación de monos. Y bueno, si te queda de camino vale la pena parar un rato a ver unos cuantos monitos. Media hora después ya estábamos en el campamento, donde dormiríamos esa noche.

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El centro de recuperación de monos

Nuestro guía principal, Asley, nos preguntó qué tal estábamos físicamente para fijar el ritmo de la caminata. Lo típico, para no quedar de flojón todo el mundo le dice que está hecho un toro y luego pasa lo que pasa. Así que en menos de 10 minutos ya estábamos todos empapados de sudor. Es agobiante caminar por la selva por la humedad que hay. Tras 20 minutos ya habíamos perdimos a una pareja americano-ecuatoriana que venían con nosotros porque él no pudo más, así que se dieron la vuelta y se fueron con el otro guía de regreso al campamento.

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El paseo por la selva

El paseo fue muy interesante. Asley nos invitó a comer gusanos de esos gordos y hormigas con sabor a limón (yo sólo probé las hormigas; con los gusanos no pude). También rompió un termitero y nos ofreció a cada uno un puñado de termitas para que nos las restregáramos por los brazos: antimosquitos natural, por lo visto. Olía a madera.

Luego nos contó las típicas historias para hacer la ruta más interesante, como que el último de la fila tiene que tener cuidado porque es al que atacan los jaguares, que hay que prestar atención a los jabalíes porque es de lo más peligroso que te puedes encontrar, etc. También nos contó cosas que le habían pasado a él. Estaba lleno de cicatrices y nos dijo que muchas de ellas eran debido a la guerra con Perú, en la que participó. Por lo visto se reclutó a muchos indígenas de la selva ecuatoriana porque conocían muy bien el terreno y eran muy efectivos matando peruanos, muchos de ellos niños, que no sabían por dónde se metían. Asley también era ciego de un ojo, pero no nos atrevimos a preguntar qué le pasó. Quizás fue la pelea que nos dijo que tuvo con una pantera, a la que al final consiguió abatir a base de machete y cerbatana, jeje.

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Como para encontrarse una de éstas

Cuando Asley empezó con las historias de anacondas fue justo cuando llegamos a un riachuelo rodeado de paredes por todos lados. O sea, era el sitio ideal para meternos el miedo en el cuerpo porque justo ahí es donde a las anacondas les gusta cazar y de donde estábamos no había escapatoria. Bueno, para calmar los nervios nos explicó que las anacondas son constrictoras al igual que las boas. De hecho es casi la misma serpiente, sólo que la boa es de tierra y la anaconda de agua. Así que la serpiente no nos iba a morder, sino que nos iba, primero a hipnotizar 🙂 y luego a dar un “fuerte abrazo”, aunque sólo las que son de tamaño bastante grande atacan a personas adultas.

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El riachuelo de las anacondas

El riachuelo desembocaba en una piscina natural con cascada. Aquello fue de lo mejor del camino. Ahí estuvimos un rato en remojo. Poco después del baño se hizo de noche. Aún nos quedaba una horita de camino para llegar al campamento.

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Piscina natural con cascada

Caminar de noche por la selva… digamos que da miedito. Ahí ibas con la linterna apuntando a todos lados en busca de cualquier cosa que te fuera a picar o a morder. ¡El ruido de los bichos era bestial!

Esa noche no dormí. No por el ruido que había fuera, que lo había; sino porque teníamos un “oso” metido en la cabaña jeje. Uno de los colegas, que siempre le buscamos habitación aparte, pero que esa vez no habían disponibles :).

El programa del día siguiente consistía en visitar una tribu de la selva (no, no iban en taparrabos) y subir a un mirador. En el mirador había una “atracción” que creo recordar que se llamaba “el salto de la muerte“: tirarte a lo Tarzán con una soga amarrada a una rama y balancearte sobre un precipicio. No sé si algún turista lo ha hecho, pero nosotros preferimos ser unas nenazas. Eso sí, uno de los guías y un abuelillo que pasaba por ahí sí que se tiraron como si nada.

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El “salto de la muerte”

A los 10 minutos apareció un niño corriendo diciendo que habían capturado una boa. Asley salió corriendo detrás de él y nosotros detrás de Asley. Nos gozamos el espectáculo de los locales jugando con la serpiente.

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Asley jugando con la boa salvaje

Por último hubo una pequeña travesía en canoa por el río hasta llegar a otro poblado donde nos dejaron usar la cerbatana y ver algunos animales de la jungla disecados.

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Tirando con la cerbatana

En resumen, que vale la pena hacer el tour. Evidentemente no deja de ser turístico y siempre te van a contar las mismas historias, intentar venderte alguna cosa en los poblados, etc, pero aún así, para los que nunca han estado en la selva, ésta es una gran oportunidad de visitar una de verdad.

 

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