La ruta 13 de Luang Prabang a Vang Vieng es bien movidita. El bus tarda 6 horas en recorrer 200 km. Y no es que hubiera curvas, ¡es que no había rectas! Atravesamos como una veintena de montañas. Eso sí, ¡la vista es impresionante!
Otra cosa a destacar de la carretera 13 es que pasa por una provincia donde hay rebeldes de la etnia Hmong. Esa gente luchó junto con los americanos y tailandeses en contra de la presión comunista durante la Guerra Fría y claro, Laos es ahora comunista, así que de vez en cuando hay problemillas. En el pasado (hasta 2004) ha habido ataques a buses. El gobierno dice que siempre han sido bandidos que no quieren sino dinero, pero la gente dice que son los rebeldes. En el último atentado murieron dos turistas. Así que ahora la carretera esta llena de soldados. Antes de entrar en la zona problemática paramos y se metió en el bus un soldado con kalasnikov. Nos escoltó durante unos 40 km, luego se bajó y se montó en otra bus que iba en sentido contrario…
Vang Vieng puede verse de una de las siguientes dos formas: como un horror o como una maravilla, dependiendo de cómo te lo montes. Es un pueblo pequeño y el centro está lleno de hostales, bungallows y bares con TV que ponen a todas horas la serie Friends y donde los altavoces no descansan a base de tecno hasta las tantas. Por supuesto los visitantes que te ves en esta zona son todos adolescentes que no quieren sino estar tirados al sol a orillas del río y hacer tubing lanzándose con neumáticos de camión río abajo con una cerveza un una mano y a veces un cigarrito de la felicidad en la otra. Pero si te quedas a uno o dos kilómetros del pueblo, al otro lado del río, esto es un paraíso. Tranquilidad absoluta. Conseguí una habitación en el Mylyn. El sitio está muy bien, pero encima tiene un bar-restaurante donde los huéspedes pasan varias horas al día charlando y haciendo planes para salir a pasear por las montañas o en bici a ver cuevas (hay muchas por la zona). He conocido a mucha gente en el bar.
Hoy por la mañana salí con Sammi y Elina, una pareja de finlandeses que conocí, a dar una vuelta. Subimos una montaña de unos 600 m que hay no muy lejos del pueblo. Para llegar arriba hay que atravesar un pedazo de selva por un sendero que apenas se ve y luego escalar los últimos 150 metros.
También estuvimos en dos cuevas. En una de ellas hay una laguna de aguas muy limpias donde uno se puede dar un baño refrescante. Y la verdad es que con el calor que está haciendo se agradeció bastante el chapuzón.
¡Ah! Y por último y para integrarnos con la primera edad, decidimos hacer el tubing. Bueno… Un rato entretenido. Lo mejor son los puestos que hay al borde del río donde te puedes subir para tirarte al agua. Y es que he de reconocer que todavía me lo paso pipa haciendo el Tarzán.
Mañana dejo Vang Vieng y sigo mi rumbo a Vientián. ¡La próxima vez que escriba lo haré desde la capi!