A la deriva en Railey

La zona de Railey no resultó ser tan tranquila como Koh Lanta. Pero acerté con la playa en la que me quedé: Ton Sai. De todas las que hay por aquí es la única que conserva ambiente hippie-mochilero de buen gusto. Además es relativamente tranquila porque sólo se puede llegar andando con marea baja. Con marea alta hay que ir en barca.

Al día siguiente de llegar hice otro tour de 4 islas. Precioso, pero ya parece que no me impresionó tanto como el primer tour. Y es que cuando uno come solomillo todos los días llega un momento en que ya sólo la langosta te parece algo especial. La Isla del Pollo (Chicken Island) estuvo muy bien. Tiene un istmo de arena blanca que la conecta en marea baja con otra isla. Nosotros llegamos con marea media y todavía se podía cruzar a pie. ¡Muy bonito!

Empezando este tour se nos rompió el motor de la barca bastante lejos de la orilla y entre los turistas cundió algo el pánico. Pero enseguida vino un barco grande al rescate y luego ya en la primera parada nos mandaron una barca de repuesto.

Para los que vayan a visitar Tailandia un aviso: ¡cuidado con las cholas! Yo me traje 2 pares de cholas nuevecitas de Bangkok. Las primeras me las dejé en el barco que nos fue a rescatar y el patrón me dijo que me las traía a la mañana siguiente a casa. ¿Tú las viste? Yo tampoco. Para colmo esta mañana me puse las cholas de repuesto también por estrenar (feas a más no poder, que en realidad las quería sólo para ducharme), me descalzo para entrar en el restaurante a desayunar y al salir me encuentro en su mismo lugar otras cholas muy parecidas pero que deben de tener como 20 años de la caña que les han dado. ¡Así se va la peña “de compras” en Tailandia! Bueno, dejémoslo en que alguien se “equivocó” de cholas.

Hoy alquilé un kayak y me fui al otro lado de la península de Railey (horita y media en kayak). ¡Muy bonita la travesia! Allí visité la Cueva del Diamante, que estuvo bien, aunque para la próxima me llevo las gafas de vista porque no veía un carajo y me lo perdí casi todo. La ruta está llena de calas solitarias en las que no te encuentras a nadie.

Ya en casa tuve la suerte de ver el primer mono salvaje. A primera vista (sin gafas) pensé que era un tío sentado en el techo del restaurante, pero luego se levantó y empezó a dar saltos de rama en rama. “¡Dios! Estos tailandeses son ágiles que da miedo!”. Luego al final comprendí que se trataba de un macaco, ¡pero era grande el jodio! No me dio tiempo de sacar la cámara. ¡Otra vez será!

Mañana ya dejo la zona sur y me voy al norte. Próximo destino: el parque histórico de Ayutthaya (templos y ruinas a tutiplén) a 1 horita al norte de Bangkok. A lo mejor aprovecho la paradita en Bangkok para comprarme cholas nuevas…

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