Bajando el Mekong hacia Luang Prabang

¡Estoy en Laos! Al final viajé en bus directamente desde Chiang Mai a Chiang Khong, la frontera con Laos, al otro lado del río Mekong. Ahí hice noche después de 7 horitas de trayecto.

Lo primero que me encontré al bajarnos de la bus fue el ya habitual grupo de tuk-tuks esperando por los turistas. Conseguí uno muy barato que me llevó a un par de hostales de la zona para ver si tenían sitio. Por el camino me di cuenta de que el conductor llevaba una borrachera considerable y también que, por el ruido que hacía, el tuk-tuk estaba ya en las últimas. Cuando estábamos ya cerca del segundo hostal el tuk-tuk dijo “hasta aquí llegué”. Empezó a sonar un ruido a cacharro roto bastante estridente y el bicho empezó a dar botes. Nos dejó tirados en medio de la carretera sin luces ni nada y los coches pasando y pitándonos. Vamos, que el pueblo se enteró de que llegué. Menos mal que estaba justo al lado del hostal. Le dí al borrachín 10 baht menos de lo acordado (por las molestias), agarré el macuto y salí pitando del tuk-tuk para ponerme a salvo.

El Bamboo River Side Hostel sólo tenia dos bungalows individuales (por supuesto de bambú) pero tirados de precio (2 euros cada uno). Muy simple (colchón en el suelo) pero cómodo y además con jaula-mosquitera. Tras reponer fuerzas a base de desayunar pancake de plátanos con miel con preciosas vistas al Mekong (los pancakes ya se han convertido en mi desayuno estándar) puse rumbo al puesto fronterizo a escasos 400 metros del hostal.

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Amanece en el Mekong

Cruzar la frontera fue toda una odisea. Lo primero es que los tailandeses te sellen el visado para que conste que saliste de Tailandia. Luego pasas por un arco de madera enorme en el que se lee “Puerta a Indochina“. Yo no lo sabia, pero Indochina es solo la parte del sudeste asiático que estuvo colonizado (Laos, Camboya y Vietnam). Los tailandeses se salvaron de los europeos. Por cierto, ¡hace poco también me enteré de que la Conchinchina existe! ¡Es la zona del delta del Mekong, al sur de Vietnam! Así que si te quieres ir lejos, aquí no te sirve la frase “me voy pa la Conchinchina” :-). Para llegar a Laos hay que cruzar el Mekong (5 min). Y luego empieza lo bueno… ¡Entras en otro mundo! Para que se hagan una idea de la diferencia imagínense Londres y Tías (mi pueblo) separadas por un río. Tuve que rellenar 2 o 3 papeles, pagar 30 dólares por el visado que para mi grata sorpresa han ampliado a 30 días (bueno, 30 dólares pagan los europeos y 35 los españolitos como yo) y a continuación evitar la primera estafa.

La estafa consistía en que pagabas 600 baht por el billete de barco a Pak Beng incluyendo un taxi que te llevaba al embarcadero (a 2 km). Decidí que era muy caro y que el billete lo compraba directamente en el embarcadero. Pillé un tuk-tuk por 20 baht y el billete me costó 365 baht. O sea que me ahorré el equivalente a una o dos noches de hotel. A continuación pregunté que a qué hora salía el barco y me dijeron que “a partir de las 11, cuando se llene” 🙂 También pregunté qué barco era y me dijeron que el 86. “¿Y cuál es el 86?” “Uno de esos que esta ahí abajo”. Por supuesto, de los 20 barcos que había ninguno llevaba el número puesto. Mientras esperaba, pedí la famosa Beerlao de la que tanto he oído hablar en Internet. ¡Mmmmmm!

[Actualización 2014: Hace poco comunicaron los dos extremos del Mekong con un nuevo puente y ahora se cruza por ahí, no por barco. Para los que vayan a cruzar por este punto fronterizo recomendamos que se informen acerca de la nueva forma de hacerlo, ya que hemos escuchado que es algo liosa.]

Cuando me dijeron que hay que esperar “hasta que el barco se llene” no pensaba que en realidad querían decir “hasta que se pete”. ¡Madre mía! Viajar 6 horas en una lata de sardinas con el respaldo de madera como mínimo a 90 grados y las rodillas encajadas en los lumbares del de alante ¡tiene merito! Pero el paisaje era una maravilla. El Mekong es muy bonito. Está encajado en un valle y en esta época “la marea está baja”. Te ves playas de arena blanca a diestra y siniestra. Más de una vez te apetece decirle al capitán “pare que me bajo”. Hablando del capitán, tiene que conocerse el río como la palma de la mano para ir evitando las enormes piedras. ¡Admirable!

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Bienvenidos a Indochina

El viaje se me hizo ameno. Conocí a una pareja de franceses muy peculiar: Guy y Dominique. Se dedican a viajar. El dinero lo sacan de vender la casa en la que viven. Luego compran alguna ganga en ruinas para renovarla lo más rápido posible, vivir en ella un tiempo y luego volver a venderla para financiar el siguiente viaje. Por supuesto el tío es un manitas. Dice que trabaja unos 2 meses sin descanso renovando la casa para mandarse a mudar lo antes posible de viaje. Ahora van a vender su casa actual en Grecia y comprarse una ruina en Lisboa. La verdad que es una forma original de financiarse los viajes. Yo haría lo mismo si al menos supiera mezclar cemento… Además tienen un modo de viajar muy interesante: se compran la guía Lonely Planet y van sólo a los sitios que no estén en la guía. Es decir, cuanto menos turístico mejor.

En mi última parada me dispuse a seguir el ejemplo de Guy y Dominique. Todo el mundo hace la parada en Pak Beng sólo para hacer noche y al día siguiente tempranito seguir con el barco hasta Luan Prabang (ciudad de visita imprescindible, patrimonio de la UNESCO). Ellos dijeron que como eso es lo que hace todo el mundo se iban a quedar en Pak Beng un par de días para gozar de su tranquilidad en horario de 8 a 17:30, cuando no hay ningún turista en el pueblo. ¡Que acierto!

La primera noche me equivoqué con el hostal (no recuerdo su nombre). Aunque recomendado por Lonely Planet, ¡no te quedes ahí! Es barato y el restaurante tiene buenas vistas, sí, ¡pero eso es todo! Habitaciones feas, sucias (la mía no la limpiaron y había incluso una cajetilla de tabaco tirada en el baño) y para colmo con agujeros en las mosquiteras que por ahí entraba un cocodrilo. Lo mismo por debajo de la puerta. El resultado, a media noche empecé a oír “ruiditos raros” al lado de la cama. Cojo la linterna y… ¡premio! No se si era un ratón o una rata, pero era grande. Voy a encender la luz y… ¡Oh oh! ¡No hay luz! (al día siguiente me enteré de que en el pueblo sólo hay luz de 6 a 10 de la tarde. Y el que no se ha dormido tiempo ha tenido). Y bueno, lo único que me quedaba era desear que estuviera a punto de amanecer. Pensando esto se oye de fondo “kikirikiiiii”. “¡Salvado! ¡Está amaneciendo!” Me levanto a coger el reloj con cuidado de no pisar nada peludo y al mirar la hora digo “¡Será cabrón el gallo!” ¡Las 12 de la noche! Bueno bueno, pero al final me puse a leer un poco con la linterna y el ruido se acabó. Me da que la rata se fue por donde mismo entró. Luego cogí el sueño y hasta la mañana siguiente.

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La ratonera de la primera noche

Por supuesto lo primero que hice después de desayunar fue decir que me largaba. Cuando salí a la calle me encontré con ¡un pueblo desierto! ¡Que tranquilidad! Me puse a pasear tranquilamente a la búsqueda del hostal ideal y lo encontré. Por supuesto estaba vacío. Supongo que junto con los franceses era el único extranjero del pueblo. Pagué por la noche solo un dólar más y ni punto de comparación. ¡Que lujo de habitación!

Ya sin equipaje decidí irme de paseo por la carretera principal rumbo a donde me lleve el viento. Tras 10 minutillos andando me rodea un grupo de niños diciendo “¡pen pen pen!” ¿Mmmm? “¡Mi no entender!” Luego me di cuenta de que me estaban preguntando que si tenía un bolígrafo para regalarles. O sea, aquí para los niños un bolígrafo es un tesoro. Probablemente si les regalas una PlayStation la tiran al río para ver si flota. Me llegó al alma que me pidiera algo tan simple como un bolígrafo. Por supuesto les di el único boli que llevaba encima. Como agradecimiento me hicieron de guías gratis. Me llevaron por una calle montaña abajo hasta un afluente del Mekong. ¡Que bonito! Ahí había otro grupo de niños bañándose en aguas cristalinas. Se unieron a nosotros. Cortaron plantas de especias para que las oliera y luego me decían su nombre en lao; hicieron acrobacias en la arena y me enseñaron sus apuntes de la escuela… Tenían un mapa de Indochina en la libreta. Yo me limité a ampliarles el mapa y a dibujarles el mundo entero. Les señalé de donde era yo (por supuesto pinté Lanzarote del tamaño de España jeje). Los chiquillos se quedaron alucinando de lo lejos que tenía que estar mi casa. A modo de despedida nos fuimos a una tienda de la calle principal y me gasté 8 euros en una prenda de ropa para cada uno. Si les ves la cara de alegría se te cae la baba…

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Pintando el Mapa Mundi

Esta tarde a modo de diversión me senté a esperar a que viniera el barco cargado de turistas. Hoy a ellos les tocó sufrir algo menos que a mí ayer porque el barco atracó en el muelle. Nosotros atracamos en la ladera de una montaña y tuvimos que subir con los macutos trepando. Pero no dejó de ser divertido ver como a cada turista le abordaban de 10 a 20 locales ofreciéndoles llevar su equipaje (¡por 10 dólares! ¡pffff! ¡aprenden rápido!) y sitio para dormir.

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Llegada de turistas a Pak Beng

Mañana ya sigo con mi ruta río abajo destino a Luang Prabang.

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